BRASIL-ESPAÑA, UN
VIAJE DE 63 AÑOS AL PASADO Y SUS DIFERENCIAS CON EL PRESENTE.
La Copa Mundial de 1950 en Brasil, fue el contexto. El
escenario: Maracaná. La instancia: semifinales. El duelo: Brasil contra España.
Sesenta y tres años después, la historia vuelve a reeditar el encuentro. Las
condiciones políticas, sociales y económicas, pero sobre todo deportivas, ahora
son totalmente distintas.
Aquella época, significaba un periodo coyuntural de la
historia brasileña. Se acercaba el fin del gobierno de Eurico Gaspar Dutra,
quien provenía de las esferas castrenses. Dutra fue el sucesor de José
Linhares, presidente impuesto por la junta militar que perpetró el Golpe de
Estado, que a su vez derrocó a Getúlio Vargas. Vargas fue el impulsor del
populismo en aquel país y precursor de una nación centralista desde la nueva
capital: Brasilia. La economía giraba alrededor de un corporativismo sindical,
cuya carta fuerte fue la producción de café y la explotación del oro. El
gobierno de Dutra echó abajo esta política y fomentó los postulados liberales.
Derrochó los capitales de inversión extranjera, especialmente norteamericana, y
acabó con los focos comunistas en Brasil, ganándose la animadversión del bloque
soviético. Durante su ejercicio, se decidió la sede mundialista, misma que
contó con el apoyo de los gobiernos latinoamericanos. Curiosamente, la política
brasileña comenzaba a dirimir algunas fricciones diplomáticas con la España
Franquista, provenientes de la Resolución ONU 39-I de 1946, que condenaba al
franquismo. Tales relaciones, serían retomadas con el regreso de Getúlio Vargas
al poder, meses posteriores al Mundial. Aquel 13 de julio de 1950, Río de
Janeiro estaba convertido en un verdadero carnaval y la política, o las
deficiencias económicas no importaban. Los comercios, bancos y oficinas cerraron sus puertas y la sociedad
se volcó en torno a Maracaná. Las vallas policiales resultaban insuficientes
ante la avalancha humana que atiborró las gradas del mítico estadio, con cerca
de 200,000 espectadores. El pueblo brasileño estaba completamente unido ante
una sola causa: su selección. Ahora la división social en aquella nación
resulta bastante evidente y para muchos, la selección pasa a segundo término.
La sociedad brasileña de entonces, quizá no estaba concientizada, y el futbol
representaba un instrumento de alienación. No obstante, el Mundial de la
postguerra resultó un espectáculo verosímil. Ese día, el equipo español
alineaba con Ramallets, como arquero; Alonso, Parra y Gonzalvo II en la
retaguardia; Gonzalvo III y Puchades en la línea media; Basora, Igoa, Panizo y
Gaínza en el ataque. Aquel equipo era férreamente defensivo y tosco, de ahí el
mote de “La Furia Roja”. Brasil, por su parte, alineaba a Barbosa en el arco;
Augusto, Juvenal y Bauer en la defensa; Danilo y Bigode en el mediocampo, y sus
vertiginosos y letales cinco hombres de ataque: Ademir, Chico, Friaca, Zizinho
y Jair.
Desde un inicio, los embates amazónicos fueron
electrizantes. Encontraron rápidamente el marco hispano, cuando la combinación
de Jair, Ademir y Chico, logró romper el
cerco rojo, a tan sólo 16 minutos de juego transcurridos. Fue necesaria la
ayuda de un rebote en las piernas de Parra, quien desestabilizó la posición del
arquero Ramallets, tras el disparo de Ademir. No pasaron más de cinco minutos,
cuando el segundo tanto vio las redes por conducto de Jair. En esta ocasión,
Ramallets tocó el balón, luego de un tiro potentísimo que le dobló las manos y
se incrustó en el arco. Aquello era una sinfonía de toques, paredes y
elegancia, que construían un alegre futbol brasileño, casi con el estilo que
hoy día caracteriza a los españoles. Antes de culminar la primera parte, la
desbordada afición carioca gritó
explosivamente un gol más, obra de Chico.
Mermados por el ambiente ensordecedor y el pesado clima
tropical, los españoles buscaron olvidarse de su táctica defensiva y
contraatacaron, por conducto de su línea ofensiva, con avances esporádicos de
Zarra, Gainza y Basora. Sin embargo, se olvidaron de su zaga y dejaron al
descubierto importantes huecos defensivos. En cambio, el empuje brasileño
parecía incesante gracias a la buena condición física de sus jugadores, quienes
siguieron atacando insistentemente y aprovecharon las debilidades de la defensa
roja, hasta lograr el cuarto tanto gracias a Chico. Dos minutos después y tras
doce transcurridos de la parte complementaria, en una descolgada por la banda
izquierda, Brasil logró el quinto gol, luego de un espectacular centro de Chico
y un remate de cabeza seco y limpio por parte de Ademir. Zizinho coronó el
encuentro con una sexta anotación tras otro centro, ahora de Friaca. Ya con el
encuentro definido, el equipo amazónico decidió bajar los brazos y disminuir el
esfuerzo. Esta ventaja fue aprovechada por el ala derecha española, desde donde
se originó el servicio que Igoa remató para marcar el gol de la honra. Así se
definió el encuentro y Brasil accedió a la final de aquella IV Copa Mundial.
En resumen, las circunstancias eran contrarias a lo que hoy
vemos, empezando por la sociedad brasileña en conjunto. En cuanto a lo
futbolístico, los parados tácticos eran muy desequilibrados y se cargaba una
responsabilidad casi absurda a la línea delantera. Aquel equipo español,
difería radicalmente del actual. Ahora, el cuadro ibérico es exponencialmente
más propositivo y espectacular, con dos genios de la media cancha como Xavi e Iniesta,
motores del funcionamiento de la escuadra roja. El Brasil actual, aunque
también ofensivo, ataca con un futbol más individual que colectivo, pero de
cierta manera, efectivo. La debilidad es su defensiva y se confía en demasía de
lo que pueda hacer Neymar, un futbolista muy intermitente. En comparación con
aquel 1950, hoy día, los papeles parecen cambiados, pues la semifinal fue
Brasil-España y la final, Brasil-Uruguay. Ahora las llaves se dan en sentido
contrario y todo supone que España tiene la sartén por el mango. Pero el fútbol
es de 90 minutos y las cosas pueden cambiar radicalmente en ese lapso.
Esperemos que el partido actual se vislumbre como un encuentro increíble, de
poder a poder, y sobre todo, más parejo que el de hace 63 años. Que el balón
ruede y que el fútbol, nos deje otra gran huella en la historia deportiva.
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